domingo, 11 de mayo de 2008

Café Libertad 8

Café Libertad 8

Ahí donde uno encuentra refugio, donde es posible escaparse del bullicio de la nocturna avenida y perderse por largos ratos en su tenue oscuridad, existe un pequeño lugar llamado Café Libertad 8. Con un significado muy parecido al de este espacio –que evoca a ese último lugar en donde uno puede encontrar consuelo o un hombro donde apoyar la cabeza- el Café Libertad 8 es un sitio donde la realidad puede llegar a confundirse con la fantasía y la buena música mezclada con el alcohol puede ocasionar una sensación parecida a la de los sueños olvidados la mañana siguiente. Tiene un ambiente de complicidad disfrazado por el humo del cigarro, el sonido de las copas y la voz y la guitarra de varios héroes de ciudad que se gastan la vida componiendo canciones –producto de mejores sueños y fantasías- para confesarlas a extraños en busca de malas compañías. La oscuridad y la estrechez del sitio producen un ambiente parecido al de la sala de estar de un amigo cercano donde las buenas canciones son dignas de cantarse y las risas abundan con exquisita sencillez. Este que ha sido un lugar de encuentro para muchos y reencuentro para otros que han sabido ser aficionados de un pequeño universo bohemio desde hace más de treinta y dos años, ha sido también un símbolo de libertad erigido el mismo año de la muerte de Franco. Está situado en el número 8 de la calle Libertad muy cerca de calle Melancolía, La Cibeles y la estrepitosa e iluminada Gran Vía. Una visita nocturna por este generoso lugar representa encuentro y desencuentro, escape de la rutina cotidiana, punto de reunión para el viajero solitario, nicho de cantantes anónimos y amistades de un día, descubrimiento de pasiones afines y sueños de una noche de verano. Uno puede perderse fácilmente entre la conversación y los güisquis y no salir hasta que el alba comience a borrar la pequeña luz de los faros de la calle Libertad. Sin embargo, aún cuando se encuentre desorientado, habrá un par de buenas samaritanas quienes después de haber pasado gran parte de la noche con usted, estarán dispuestas a llevarle a su alcoba en caso de que haya perdido el sentido de la ubicación. Incluso quizá quieran hacerle compañía mientras lo peor de la resaca se termina. Al día siguiente tal vez encuentre en sus bolsillos el recibo de una cuenta ya saldada, un par de discos de artistas madrileños que han puesto una buena dedicatoria en ellos y una pequeña tarjeta que le recordará que todo lo que su memoria conserva fue producto de la realidad de una noche que tuvo lugar en las entrañas de Madrid: ese lugar donde se cruzan los caminos y el mar no se puede concebir. Si pasa por Café Libertad 8, atrévase a ir más allá de la larga barra que a primera vista inunda el espacio del bar. Pregunte por el pequeño mundito que se encuentra detrás de la puerta oscura en el otro extremo del lugar y como si estuviera entrando a un club privado donde ya le esperan, encuentre su mejor sitio y entréguese a la oscuridad de la noche.

(Con Pantera en la memoria, con quien compartí las noches enteras de Madrid)

El pirata cojo

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